
Julieta Torres 🔥 4⭐
#JulietaTorres #CDMX
• Diva: Julieta Torres / Julii
• País de origen: Argentina
• Arancel: $3,800 MX 1 hora + 600 oral natural
• Servicio incluye: Relaciones ilimitadas, oral con protección, besos bien dados.
• Lugar: City Light
• Fecha: 28 de diciembre 2024 11:00 horas
• Puntualidad: 2 minutos después 👌
• Reseña:
"Con Julii confirmé que la carita de una chica muy joven y su melena rizada se combinan en un magnetismo de juventud y deseo capaz de incendiar cualquier encuentro."
Semanas atrás descubrí el perfil de Julii. Me llamó la atención su carita de aire juvenil, sus rizos negros y el hecho de ser argentina (amo ese acento). Así que decidí contactarla. La comunicación fue rápida y clara: compartió la información de su servicio y acordamos vernos el sábado 28 a las 11:00 horas—justo a la hora en que empieza a “laburar".
Había pocas reseñas de ella (una mala y otra regular) en otro grupo, y ninguna en Divas. La curiosidad me ganó; quería ser el primero en reseñarla y comprobar por mí mismo cómo era su trato. Además, en mi experiencia, todo depende de la forma en que abordes a la chica: desde pedir informes hasta la cita misma. Al final, me arriesgué.
El día de la cita, le envié un mensaje temprano para confirmar. Ella respondió de inmediato, así que me dirigí al hotel, compartí foto y ubicación en tiempo real, y completé mi rutina de aseo. Tocaron a la puerta y, al abrir, me encontré con la misma chica de las fotos: alta, abrigo negro, un rostro que aparentaba ser el de una adolescente y, sobre todo, esos rizos negros que me parecieron hipnóticos.
Nos sentamos en la cama a charlar un poco. Julii es muy jovial y sonriente. Me contó que en su perfil de X salía con un disfraz de Chun-Li que le queda perfecto, y que incluso algunos clientes le han pedido usar la camiseta de Messi. Para un fanático de la albiceleste, esa sería una gran idea. Mientras hablábamos, me costaba creer que alguien le pusiera una mala reseña; tal vez hay clientes con los que es imposible tener buena química, sin importar el servicio.
En mi caso, todo fue diferente: creamos confianza casi al instante. Empecé a tocarla mientras se quitaba el abrigo, dejando ver un vestido negro entallado. Entonces empezamos a besarnos, y ¡wow!: besos con lengua llenos de una pasión desenfrenada. A sus 25 años, parece mucho más joven, lo cual me hizo sentir como en una aventura de preparatoria a escondidas. Sus rizos, al rozar mi rostro, eran un estímulo adicional muy sensual.
La acosté boca arriba y continué besando su cuello, bajé un poco el vestido para lamer sus senos. Su cuerpo producto del gimnasio, es delgado, firme y con una piel muy suave al tacto. Friccionamos nuestros cuerpos y partes íntimas hasta que ya no pude aguantar más: quería probar su sabor. Empecé besando los alrededores de su vagina y lamiendo sus labios inferiores mientras le hacía a un lado la tanga. Verla retorcerse de placer me encendió por completo. Ella susurró: “Ya quiero cogerte…”, así que nos volteamos y comenzó a regalarle lamidas y besos profundos a mi miembro.
Desde mi perspectiva, la veía rodeada de rizos, con la piel ligeramente erizada, mientras yo acariciaba su trasero. De pronto, elevó sus piernas y acercó su sexo a mi rostro, mostrándome unos labios casi inexplorados, firmes y estrechos, como si apenas descubrieran la intensidad del deseo. El brillo de sus fluidos transparentes acentuaba esa frescura casi virginal, y por un instante sentí que estaba experimentando la pasión de una primera vez.
Me puse el preservativo y ella se montó sobre mí como una jinete en su corcel. Se movía con energía, y yo le sujetaba la cadera para acercarla más. Ver su rostro de placer, sus rizos danzando con cada movimiento. En cierto momento, la atraje hacia mi pecho para besarla y sentir el roce de sus cabellos, como si cada rizo fuese un trazo de éxtasis.
Después la acosté boca arriba y, en misionero, seguí penetrándola mientras acariciaba su cuerpo y ejercía una leve presión en su cuello. Decidimos entonces cambiar a la postura posterior para disfrutar de su trasero redondo. Sin embargo, el momento alcanzó su clímax cuando recogí su melena y la acomodé sobre su espalda: ver sus rizos cayendo en cascada mientras estaba dentro de ella, jalando y acariciando ese cabello, fue la cereza del pastel.
Minutos después le pedí que se montara sobre mí, esta vez de manera invertida, necesitaba ver cómo su trasero rebotaba contra mi pelvis. Una vez en posición, me dediqué a acariciar esas nalgas y a admirar el vaivén de nuestros cuerpos. Tras unos instantes de pura intensidad, hicimos una pausa para mirar la hora; quedaba poco tiempo de la sesión. Seguimos charlando mientras ella se duchaba, nos vestimos y nos despedimos efusivamente en el elevador, cerrando así el encuentro.