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Kim Saenz 🔥 4⭐

4000
4
1/23/2025
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#KimSaenz #CDMX

• Diva: Kim S / Kim Saenz

• País de origen: Venezuela

• Arancel: $4,000 MX 1 hora

• Servicio incluye: 2 Relaciones, besos, caricias, masajes, diversas posiciones, oral natural.

• Lugar: City Lights

• Fecha: 23 de enero 2025 15:00 horas.

• Puntualidad: Exacta

• Reseña:

"La sensualidad no está en lo que se muestra, sino en lo que se sugiere. Es en el misterio donde el deseo se convierte en arte."

Kim es una chica que no se anuncia en ningún lado, lo cual la hace aún más especial y misteriosa. La descubrí de casualidad porque alguien subió una foto de ella, y eso bastó para que decidiera conocerla. En la imagen se apreciaba su cabello negro sedoso, que combinaba perfectamente con esos anteojos negros que la hacían ver aún más sensual. Su mirada era cautivadora, llena de un magnetismo que incitaba a descubrirla. Por si fuera poco, su derrier pronunciado y hermoso resaltaba a simple vista, completando esa imagen tan atractiva. Al verla, el primer pensamiento que cruzó por mi mente fue el de una ejecutiva seria, sensual y la más deseada de la oficina.

La contacté y, desde el primer mensaje, me brindó la información de manera amable y profesional. Nos pusimos de acuerdo para vernos después de sus merecidas vacaciones. La verdad es que no tenía planeado agendar con ella tan pronto, pero esa mañana vi uno de sus estados de WhatsApp y no pude resistir. Las ganas y el deseo me ganaron, así que le escribí preguntándole si estaba disponible. Era ahora o nunca. Me confirmó que estaba libre y agendamos para ese mismo día a las 3:00 pm.

Cerca de la hora del encuentro, me dirigí al hotel. Después de mi rutina de aseo, le envié a Kim la foto del número de habitación. Me comentó que ya estaba en camino, así que solo quedaba estar pendiente de su llegada. Tocaron la puerta, y al abrirla, ahí estaba ella : una dama impecable con un conjunto color cobre que resaltaba su figura. Pero lo que más capturó mi atención fueron sus anteojos negros, ese detalle que complementaba a la perfección toda su imagen. Era la cereza del pastel. Nos saludamos, y al entrar comenzamos una plática para romper el hielo.

Por sus fotos, me había dado la impresión de que Kim era una chica "seria", alguien directa y enfocada, pero al entrar en confianza, descubrí una faceta completamente diferente. Es cálida, ocurrente y divertida. Su personalidad tan jovial me dio la sensación de haberme escapado con una compañera de trabajo, esa mezcla de confianza, buena plática y risas que te hace olvidar todo lo demás.

En medio de la conversación, ella me preguntó cómo me gustaría que se pusiera o si prefería que se desvistiera de alguna manera especial. Mi respuesta fue clara: no hacía falta. No me gusta ir directo al grano en estas situaciones. Prefiero que los besos, las caricias y lo que siga sucedan de manera natural, sin que se sienta forzado, porque eso me da una sensación más real, más auténtica.

Después de platicar un rato sentados en las esquinas de la cama, Kim se acercó y se sentó en mis piernas. Yo estaba apoyado en la cabecera de la cama, y ella se acomodó frente a mí, entrelazada conmigo. Sostuve su cintura con mis manos, admirando su belleza. Se acercó lentamente, buscando mis labios, y comenzamos a besarnos.

Aún lo recuerdo como si fuera hace unos segundos: labios suaves, una lengua delicada y, sobre todo, la sensación de su cabello rozando mi rostro. Cerré los ojos por un momento, los abrí, y ahí estaba esa mirada hipnotizante detrás de sus anteojos negros. Su piel tan suave desprendía un aroma que hacía que todo lo demás desapareciera. Podría haberme quedado en ese momento para siempre, sin hacer nada más, y me habría sentido satisfecho.

Mis manos rodeaban sus curvas , acariciándolas, apretándolas suavemente, mientras daba pequeñas palmadas. La intensidad de los besos aumentaba, y con ello, el deseo de seguir explorando. La acomodé suavemente y la acosté boca arriba en la cama. Me quité el pantalón, quedando en bóxer, y al situarme encima de ella, su belleza me inspiraba solo un pensamiento: hacerla disfrutar.

Los besos en su vientre los combinaba con suaves caricias de mis labios en sus muslos, creando un recorrido que anticipaba lo que estaba por venir. Poco a poco, su intimidad comenzaba a percibir lo que se aproximaba. Después de unos momentos así, decidí enfocarme en esa área. El primer beso y contacto con mi lengua fue en la unión entre su vulva y su pierna. Esa piel tan suave me invitaba a continuar, y con ese primer contacto, ella esbozó un gemido de placer que me motivó aún más.

Comencé a lamer y succionar alrededor de su vulva, provocándola con movimientos lentos y calculados. Con mi lengua, corrí a un lado su prenda íntima, dejando al descubierto su clítoris y sus labios vaginales. Empecé a rozarlos, a succionarlos, alternando la intensidad. Abracé sus piernas con mis brazos, sujetando sus muslos mientras me agachaba un poco para estar completamente a la altura de su intimidad.

Con firmeza, la atraje hacia mí, devorando cada rincón de ese festín que tenía ante mis ojos. La tanga a un lado me dejaba toda la libertad de jugar, y en ese momento me sentí como si estuviera comiendo un mango jugoso: chupaba, lamía y succionaba sin dejar ningún rincón sin explorar.

Con pequeños movimientos de mi lengua, hice embestidas dentro de su vagina, queriendo sentirla más profundamente. Levanté uno de sus muslos con mi brazo, inclinándola ligeramente para explorarla desde diferentes ángulos. Cada gemido suyo me confirmaba que estábamos en perfecta sintonía. Después de esa intensa faena, decidí llevar la experiencia a otro nivel.

La volteé suavemente boca abajo, dejando que su hermoso derrier quedara a mi disposición. Con mi pierna, abrí un poco sus piernas, dándome mejor acceso. Sujeté una de sus nalgas con una mano y comencé a succionarla suavemente, mi lengua descendía lentamente hacia su rincón más íntimo.

Lamía sus alrededores con precisión, explorando cada rincón. Alternaba pequeños movimientos de mi lengua, haciendo embestidas juguetonas que provocaban gemidos aún más intensos. Desde mi posición, ella miraba hacia atrás, y la forma en que fruncía sus labios me encendía aún más, como si todo su cuerpo hablara un idioma que entendía perfectamente.

Con delicadeza, la levanté para colocarla en posición felina, dándome acceso total a toda su intimidad. Besaba y lamía sin descanso, perdido en el deseo que ella despertaba. Retrocedí un poco para situarme mejor al filo de la cama. Desde ahí, metí mis brazos entre sus piernas, sujetando su espalda baja desde la parte externa, y la atraje aún más hacia mí. Quería que mi rostro fuera completamente devorado por su curvas. Desde esa posición podía observar cada una de sus expresiones, facciones llenas de placer, lo que me motivaba aún más a seguir explorándolo

En un momento, ella sujetó mi cabeza con ambas manos y la presionó contra su trasero, dejando mi rostro justo en el centro de sus curvas. Ella comenzó a moverse, y mi lengua seguía el ritmo. Esa combinación de sensaciones, el deleite visual y el placer sensorial, crearon un momento que difícilmente podré olvidar. Cada movimiento suyo y cada reacción mía formaban un compás perfecto, uno que parecía eterno y profundamente íntimo.

Fascinados ambos, me recosté en la cama, dándole todo el control. Ella comenzó a lamer mi miembro con esos labios tan suaves, que se sentían como un delicado masaje que recorría cada centímetro de mi piel. Su lengua, precisa y juguetona, se movía de manera hipnótica, alternando entre movimientos largos y puntuales que lograban encenderme aún más.

Parecía disfrutar tanto como yo, con cada succión, dejando claro que sabía exactamente lo que hacía. En momentos, envolvía todo mi miembro con sus labios, creando una sensación cálida y húmeda que era simplemente irresistible. Cuando subía su mirada y nuestros ojos se encontraban, podía sentir cómo se comunicaba conmigo sin palabras.

Mientras me provocaba placer, no pude evitar acariciar su rostro, guiando suavemente su ritmo mientras acomodaba su cabello para no perder ningún detalle de esa vista tan excitante. Por momentos, podía escuchar el sonido de sus labios mientras lo saboreaba, y cada vez que me atrapaba con su mirada.

Ya completamente entregados al deseo, era el momento de fusionarnos y sentirnos profundamente. Con movimientos delicados, ella tomó el preservativo y me lo colocó, dejando clara su habilidad y cuidado. Se montó encima de mí en posición "Vaquerita," y mientras comenzaba a moverse lentamente, sus manos se dirigieron a sus propios senos, apretándolos y acariciándolos de una manera que aumentaba aún más mi deseo. Su ritmo era hipnótico, y no pude evitar sujetar su cintura para guiarla suavemente.

Mientras ella subía y bajaba, mis manos se aferraron a su cintura, siguiendo el compás de sus movimientos, sintiendo cada contorno de su figura. Su piel era cálida y suave, y la manera en que se arqueaba ligeramente para mirarme desde arriba hacía que el deseo se intensificara con cada segundo.

A medida que el ritmo aumentaba, ella se apoyó en la cabecera de la cama, acercando sus senos a mi rostro. Era una invitación irresistible. Mis labios buscaron los suyos, besándolos con pasión, mientras mi lengua recorría suavemente la curva de sus pezones. Mi boca alternaba entre caricias suaves y succiones más intensas, mientras mis manos se hundían en sus curvas, guiándola de arriba hacia abajo con firmeza.

Después de un buen rato disfrutando de esa conexión, decidimos cambiar. La coloqué al filo de la cama en posición felina, y frente a mí, tuve la vista perfecta de su figura perfectamente delineada. Su piel brillaba bajo la luz tenue, y la forma en que arqueaba su espalda, ofreciéndose completamente, me dejó sin palabras. Comencé a penetrarla lentamente, disfrutando no solo de la sensación, sino también del espectáculo de cómo mi falo desaparecía entre sus curvas.

Con ambas manos, sujeté sus caderas con firmeza para intensificar mis embestidas, sintiendo cómo su cuerpo respondía con cada movimiento. Cada embestida era más intensa que la anterior, y los gemidos que escapaban de sus labios solo me incitaban a seguir explorando cada rincón de su cuerpo. Para profundizar aún más, me incliné hacia ella, apoyando mis manos en sus hombros, y la atraje hacia mí, intensificando la profundidad de nuestras conexiones. Mis labios buscaron su espalda, dejando besos ardientes, mientras mi lengua recorría suavemente su columna.

Pero no podía detenerme ahí. El deseo de hacerla sentir aún más me llevó a explorar su punto más íntimo. Lamiendo mi dedo pulgar, lo deslicé suavemente hacia su entrada trasera, trazando pequeños círculos mientras continuaba embistiéndola.

Luego cambiamos de posición, y la acomodé suavemente boca arriba. Desde ese ángulo, disfrutaba no solo de estar dentro de ella, sino también de poder admirar sus expresiones y verla a los ojos mientras intensificaba mis movimientos. Hubo momentos en los que me apoyé sobre sus senos, tan suaves y perfectos, mientras colocaba sus piernas contra mi pecho para cambiar el ángulo, logrando una profundidad que nos arrancaba gemidos sincronizados de placer.

Me incliné hacia ella, besando sus labios y acariciando sus senos bajo mis manos. Mi ritmo aumentaba, y en un momento me apoyé sobre mis puños para darle embestidas más firmes, como si fueran estocadas que buscaban llevarnos al límite. El sudor empezaba a recorrer mi cuerpo, y pequeñas gotas caían sobre el suyo, pero lejos de incomodarnos, añadían más intensidad al momento. Ella tomó una toalla cercana y me secó, sonriendo mientras lo hacía, lo que solo alimentaba mis ganas de seguir.

Decidimos tomar un descanso, pero mientras platicábamos, la acomodé boca abajo para aprovechar el momento y sobar con calma su cuerpo. Mis manos recorrían su espalda, deslizando los dedos con suavidad y deteniéndome en cada curva que me invitaba a explorarlas. Acariciaba lentamente su piel, disfrutando de su suavidad y observando cómo se relajaba bajo mi toque.

Suspiros suaves escapaban de sus labios, y su cuerpo respondía con pequeños movimientos que mostraban cuánto disfrutaba de mis caricias.

Ya cerca del final, nos levantamos y nos duchamos juntos, dejando que el agua nos relajara mientras seguíamos disfrutando de la cercanía de nuestros cuerpos. El tiempo había pasado demasiado rápido, pero sabía que esto no sería el último encuentro.

Nos alistamos, nos despedimos, y mientras cerraba la puerta, el sabor de ella, tanto literal como figurado, aún permanecía en mí. Pienso repetir sin dudarlo; todavía tengo ese recuerdo tan fresco como si acabara de suceder.